La lenteja (Lens culinaris) es una leguminosa que se cultiva principalmente en países en desarrollo, y cuya producción anual se estima en unos 2 mill. de Tm. Se utiliza preferentemente para consumo humano, aunque los excedentes y partidas que no cumplen los requisitos para consumo humano se destinan frecuentemente a la alimentación animal. Hay partidas de lentejas en el mercado internacional cuya composición se aparta de los valores medios presentados en la ficha, con niveles de fibra bruta del 18% y concentraciones sensiblemente inferiores de almidón.
La lenteja, al igual que las habas, pueden considerarse alimentos intermedios entre los cereales y los concentrados de proteína, al presentar simultáneamente altos contenidos en almidón (40%) y proteína (25%). El contenido en fibra es bajo (9% FND), ya que el salvado representa menos del 5% del peso del grano, y además está poco lignificada (0,3% LAD). Como en otras leguminosas, hay una presencia significativa de oligosacáridos (4-5%). El contenido en grasa es bajo (< 2%).
El perfil de aminoácidos esenciales de la proteína muestra una elevada concentración de lisina (7,1%) pero niveles deficitarios de metionina (0,9%) y de azufrados totales (1,8%). Su digestibilidad es elevada, aunque inferior a la de la harina de soja. La proporción de proteína soluble es elevada y la de proteína degradable de un 80-90%.
La lenteja es una buena fuente de microminerales como hierro (90 mg/kg) y cinc (30 mg/kg). En cambio es muy deficitaria en calcio, sodio, cloro y magnesio. Una parte importante del fósforo se encuentra en forma de ácido fítico y fitatos.
Al igual que otros granos de leguminosas, la lenteja cruda contiene varios factores antinutritivos (inhibidores de proteasas, lectinas, taninos y saponinas). Su toxicidad se reduce mediante el tratamiento térmico del grano, pero su efecto sobre los rendimientos parece ser poco significativo, incluso cuando se usa lenteja cruda en dietas de especies no rumiantes.
Su valor energético es similar al de la cebada o al de la harina de soja en rumiantes, y superior al de ésta última en monogástricos, como consecuencia de su menor contenido en oligosacáridos y proteína. Niveles de inclusión de un 15% en dietas de cebo de porcino y de un 10% en avicultura no parecen reducir los rendimientos ni la eficacia alimenticia, siempre y cuando haya una adecuada suplementación con metionina y minerales. En rumiantes los niveles máximos de inclusión oscilan entre un 12% (animales en producción de leche) y un 25% (extensivo).
En el control de calidad debe tenerse cuidado con la presencia de insectos y de material mohoso.