El plasma animal es un subproducto de matadero originariamente obtenido a partir de sangre de cerdo o de mezclas con plasma de ganado vacuno en proporciones variables. En la actualidad, el plasma comercializado para alimentación animal en Europa debe proceder exclusivamente de animales no rumiantes y haber sido producido en plantas autorizadas de la UE.
Para la fabricación del plasma, la sangre se recoge en forma aséptica, se almacena a 3-5ºC y se le añaden anticoagulantes (generalmente citrato sódico). El plasma se separa por centrifugación y, previo filtrado, se deseca por el procedimiento spray. La filtración puede hacerse por dos métodos: evaporación y ultrafiltración. En el primer caso el producto resultante tiene un menor contenido en proteína (70 vs 81%) y mayor en cenizas (19 vs 6%) y, por tanto, su valor nutritivo es menor. El producto final es un polvo de color blanco cremoso de naturaleza higroscópica con propiedades emulsionantes. La composición del producto final es, pues, variable en función del tipo de procesamiento utilizado.
Originalmente el plasma animal se utilizaba casi exclusivamente como ligante en productos cárnicos elaborados para el consumo humano. Su uso en alimentación animal es reciente, ya que a pesar del alto valor biológico de su proteína, su alto precio desaconsejaba su empleo. El plasma porcino es una fuente proteica comparable por su calidad a la leche descremada y superior a la harina de sangre. La razón es que contiene casi exclusivamente proteínas plasmáticas (albúminas y globulinas en un 95%) cuya digestibilidad es superior a la de las proteínas intracelulares (principalmente, hemoglobina). Su contenido en lisina y treonina es muy elevado, pero es deficitario en metionina, aminoácidos azufrados e isoleucina.
Su utilización en piensos de lechones recién destetados mejora significativamente tanto su estado sanitario como su productividad. Diversos trabajos han demostrado que la suplementación con plasma ejercía un efecto protector sobre la mucosa intestinal (mayor superficie absortiva y funcionalidad) con lo que se lograba una mayor protección frente a la infección por E. coli. La razón de este efecto no es conocida pero se especula con que pueda ser debido a su alto contenido en inmunoglobulinas activas o a su riqueza en otros metabolitos activos.
La composición del plasma es muy variable en función de la materia prima original y el tipo de procesado. El contenido en cenizas, sodio, fósforo, cloro y hierro es elevado pero inferior en el plasma 80 vs el plasma 70 (19 vs 6% de cenizas, respectivamente). Cuanto mayor es la proporción de cenizas, mayor es la higroscopicidad del plasma.
El plasma a niveles de un 2-6% es un ingrediente óptimo en piensos para animales jóvenes destetados precozmente por su alta palatabilidad (superior a la leche descremada), elevada digestibilidad de su proteína y por la protección pasiva ligada a su contenido en inmunoglobulinas u otros componentes. Los resultados son mejores en piensos elaborados a base de proteína vegetal, y en animales alojados en ambientes sucios y estresantes. En la actualidad, el plasma porcino se recomienda exclusivamente en piensos para lechones a edades tempranas, sin que se haya demostrado su efecto positivo en cerdos adultos o en otras especies.
Aunque no está plenamente demostrado, el poder inmunizante del plasma y el valor biológico de sus proteínas parece disminuir con tratamientos térmicos excesivos (>65ºC). Por otra parte, aunque el proceso de rayos gamma o diálisis a los que a veces se somete el producto ayuda a asegurar la ausencia de patógenos (virus, salmonelas, etc.), la higiene y el tratamiento térmico siguen siendo necesarios para asegurar la ausencia o control de otros microorganismos indeseables (estafilococos, clostridios, colis y enterobacterias, principalmente).
Estas materias primas no están consideradas de alto riesgo en relación al riesgo de transmisión de la EEB. Actualmente su uso está permitido tanto en la alimentación de animales distintos de los de granja criados para la producción de alimentos, como en la alimentación de animales distintos a los rumiantes. Su incorporación en los piensos debe declararse específicamente en el etiquetado, indicando que incorporan un derivado sanguíneo y la prohibición de su administración a rumiantes, con el texto adaptado a cada legislación de etiquetado.